jueves, 2 de abril de 2020

día 10 de Cuarentena.

Domingo 29 de Marzo, día 10 de Cuarentena.

No sé si será por haber llegado a las dos cifras de cuarentena o el hecho de que hayan pasado tantos días, pero esto también iba a pasar en algún momento. Hoy siento que es el primer día que no pasó nada o casi nada para contar. Pero que esto no frene a nadie a seguir leyendo, o a mí a seguir escribiendo. Tal vez se ponga interesante, o tal vez no. Vamos a ver.


Lo que hace 3 días fue novedad y hace 2 fue redundancia, lo de hoy es costumbre. Tal vez sea una que tendremos que adquirir para los próximos meses en varios ámbitos de nuestra vida. Nos juntamos a tomar mate otra vez vía Zoom, pero esta no era con mi Viejo y mi hermano Matías, era con mi Vieja y mi hermana Clara junto a su familia (marido y dos niñas). Hasta ahí más o menos que llega lo interesante del día.

Tal vez sea que además de cuarentena, es domingo y es lindo día. Y nosotros, y todos, acá, allá, encerrados.

Creo que el haber salido me dejó, como dijo Fede en su última ilustración, una sensación encontrada. Me gustó salir, me hizo bien, me renovó bastante la energía. Haber trabajado, haber interactuado con otra gente y que viniera Tomás a casa fue nutritivo. Con Nico somos muy buenos amigos, nos estamos conociendo más a fondo en esta nueva modalidad de amigos convivientes. Y el pasar todo el día, todos los días con la misma persona, sea tu amigo, tu novio o tu hije, no deja de llevar a cada uno a transitar distintas intensidades de sintonía con uno mismo y con el otro. Esto, creo, no es exclusivo de los encerrados, sino de todos los que viven en  un país acuarentenado. Salgas o no salgas a trabajar, las rutinas y las formas han cambiado abruptamente. Más allá de que seamos seres adaptables, primero somos seres humanos y nos pasan cosas y nos demoramos en procesarlas, algunos más, otros menos. Este es un desafío bien grande al que se enfrenta la humidad y cada ser humano en particular.

Anoche leía un texto al azar de una mujer en Estados Unidos que reflexionaba sobre cómo enfrentarse emocionalmente a la cuarentena y llegaba más o menos a la misma conclusión que compartí algunos días atrás: no tratemos de ser normales bajo circunstancias anormales. Y eso aplica también a lo emocional, trascendiendo las rutinas físicas, de cuidado corporal y entretenimiento que podamos establecer. No podemos pretender sentirnos bien todo el tiempo con lo que está pasando, este tipo de encierro no es “normal” para la mayoría de los que hoy lo vivimos. Vamos a estar enojados, vamos a estar tristes, angustiados y cansados de la cuarentena. Y seguramente, también, vamos a sentirnos alegres, vamos a sonreír y disfrutar de muchos otros momentos. A mí me pasa. Disfruto y no disfruto casi en la misma medida este encierro. Pero que algo me disguste no quiere decir que lo vaya a rechazar, aunque sea algo que por generaciones nos hayan inculcado y que así lo veamos a nuestro alrededor. Me gusta, acepto, recibo, abrazo. No me gusta, rechazo, me angustió y callo. Parece que la vida es como Facebook, algo así como el primer capítulo de la tercera temporada de Black Mirror. Este, siento, es un momento propicio para aprender a abrazar nuestra oscuridad y escuchar qué tiene para decirnos sobre nosotros mismos.



Esta cuarentena la compartimos todos por igual, les que no salen nunca, les que salen un poco, les que van a trabajar todos los días. Recién nacidos y ancianas por igual. Siento que esta cosa del virus será un punto de quiebre en la historia de la humanidad. Todos hablaremos de ello a las generaciones venideras: “Hubo una vez, querido nieto que se paró el Mundo, te lo juro, o crees que eso de juntarte a tomar mate por Zoom lo inventó el hijo de Zuckerberg?”. Como la Caída del Muro de Berlín, la caída de las Torres Gemelas o el 7-1 de Brasil 2014. Ya nada será como antes. Nos vemos desafiados a encontrar otro equilibrio, otra estabilidad, otra normalidad. Mientras tanto la vida es, más que antes, una montaña rusa de no saber, esta falta abrazos y mates en el rio. Y hasta que… ¿hasta qué? ¿Yo que sé? ¿Un mes? ¿Tres meses? ¿Cuánto tiempo doctor? Usted que es una persona informada, ducha y con un criterio ya educado. Cuénteme, hasta dónde, hasta cuándo.

(Estas líneas en itálica con las que decidí cerrar espontáneamente este día, son la transcripción textual de un mensaje de voz que me mandó este mediodía mi amigo uruguayo Diego Farré, que quedó varado en Brasil de camino a Colombia. El doctor vendría a ser yo.)

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