martes, 31 de marzo de 2020

día 8 de Cuarentena

Viernes 27 de Marzo, día 8 de Cuarentena

Si lo que pasó ayer fue una novedad, lo de hoy es una redundancia.

Al principio de este revuelo se recomendaba no compartir el mate para evitar la propagación del virus. Ahora, día 8 de cuarentena obligatoria, el mate, que no es una bebida sino una forma de encontrarse, sucede también a través de una pantalla.

Ayer, a eso de las cinco de la tarde, me tomé unos mates con mi viejo y mi hermano vía Zoom.Uno por allá, el otro más al costado y yo en Casa Pez. Cada uno de su lado de la pantalla, cada uno con un termo y un mate (menos mi hermano Matias). Ni siquiera nos turnábamos, uno vos, uno yo y otro para el Pelado que se sumó a último minuto y no se lo preparó. Ahora el mate con otros se toma a destiempo. Perdimos tanto más de lo que nos imaginamos. Porque, como dice aquel famoso texto que circula por internet y que erroneamente se le atribuye a Lalo Mir (Como no podía ser de otra manera cuando escribo, la cita es original de Hernán Casciari): “el mate no es una bebida. Bueno, si. Es un líquido y entra por la boca. Pero en Argentina nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse”. Por más virus y la marencoche, no me imagino que sean muchos los que dejaron de tomar mate. 

La tecnología podrá con muchas cosas en estos tiempos tan raros, acorta distancias y nos hace sentir más conectados a los nuestros. Lo que no puede y nunca podrá, es reemplazar los rituales humanos. Porque es cuando un par se juntan, se ven las caras, se tantean los ánimos y las respiraciones, se huelen y se sienten, que se da una verdadera conexión humana, con todos sus condimentos y realidades.

Mientras escribo se me viene a la mente una imagen muy linda sobre algo que viví hace como un año y medio. Siento compartirla, para ver si puedo ilustrar lo que me pasa por la mente y además hacer bajar un poco las revoluciones del viejo gruñón que me habla desde el fondo y se queja de la cuarentena.

Era levantarse todas las mañanas y verlos a ellos dos, siempre, al lado del fuego tomándose unos mates casi en silencio o charlando poco y pausado, antes que el resto despertáramos. Sus caras, recuerdo sus caras de paz, cansancio y alegría. Pueden que no sonrieran tanto a esa hora, pero lo más seguro era que su corazón si lo hacía. Un fuego que humea y calienta la siguiente pava, para los que nos vamos levantando en la segunda camada. El mate bien puede estar lavado, pero eso poco parece importarles o no lo demuestran, hasta que alguno dice algo, o tal vez nadie dice nada y alguien cambia la yerba. También fuman, tempranito, sí señor, su cigarro y su mate y la compañía que se hacen. Y los humos se me confunden cuando los miro con los ojos recién abiertos.
Así íbamos llegando, ese ambiente de calma nos recibía con el sol y el mate. La pausa necesaria para salir del mundo interior y conectarse con un gran día de encuentro. Entonces la ronda era cada vez más grande, las voces aumentaban con los abrazos despertadores y el rico desayuno que se iba sirviendo en la mesa.
Ese mate inicial, el que los unía y nos recibía, y que se transformaba y nos despertaba. Ese mate, que después se hacían dos o hasta tres para poder saciar tanta lagaña reseca. Ese mate, esa sinceridad al despertar, es todo lo contrario a lo que me decía ese viejo gruñón sobre la cuarentena cuando empecé a escribir este tarde de día ocho.



Nota de último momento: detrás de escena

Fede es tan, pero tan crack, que se avivó de grabar la pantalla mientras ilustraba y me regaló su proceso creativo. Solo le tuve que insistir un poquito para que lo subiera a la red y el regalo fuera para todxs.


Nos regalo algo más de este día, esta vez, sin nigún tipo de autorización por parte del dibujante.

Mate en mano y mate en tablet, así dibuja el Gran Fede Mazza


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