Martes 24 de Marzo, día 5 de Cuarentena
Los dibujantes están manijas y me pusieron manija a mí. Tan
manija que estoy escribiendo la entrada el mismo día. Y sí, los dibujantes o
mejor, les dibujantes, o la y él dibujante. Hoy hablé con mi amiga Sofi Arhancet
(de ahora en adelante Popi) que también es diseñadora, le conté de lo que
estábamos haciendo con Fede y la invité a sumarse a la aventura. No dudó un
segundo, me agradeció la invitación y se puso manos a la obra. En poco menos de
una hora Popi y Fede me dijeron que estaban re copados dibujando, uno en La
Plata y la otra en Vicente Lopez. Los puedo imaginar cada uno en su escritorio,
siendo felices, divirtiéndose, disfrutando de esto tan sencillo, del encuentro,
del compartir, del sabernos acompañados, creativos y creadores. Mi manera de
acompañar su entusiasmo y alegría es seguir nutriendo el juego con palabras
escritas, con espontánea sinceridad. (Esto es en vivo y directo, aunque quien
lo lea lo hará en diferido). Gracias a los dos, gracias a la vida y a las amistades
bien cultivadas. Gracias al virus, a Alberto y a Nico Pez. Gracias al Dhamma
(lo explico en otro momento). Logré juntar a dos de mis más lindes amigues en
un proyecto común, sin tener que generar la logística de que Fede se venga para
acá o de que nos vayamos para allá. Eso que tantas veces imaginé, poder juntar
a los amigos con quienes me fui hermanando, está pasando. A la distancia, pero
con el corazón en el mismo lugar.
Casa pez de Nico pez. Que a su vez, la mayoría somos hoy, un pez en nuestra pecera. Intentando conservarnos seguros en nuestro espacio para cuidar a todos y a cada uno de nosotros. Que lindos esos encuentros y abrazos cuando lleguen, pero mientras tanto, mantenemos segura y limpia nuestra agua. (Fede)
Venimos de una velada muy anti Cuarentena que amerita no
dejar el relato a mitad de la manija y continuar con el vivo.
Desde hace un par de días que le venía diciendo a Nico que estaría
lindo cenar en la vereda, con sillas y todo. Y esa noche llegó. Terminamos de
meditar y me puse a cocinar una tortilla de vegetales. Sacamos dos sillas, una
mesita baja y los platos. Mientras comíamos le dije a Nico que me divertiría
mucho que pase la policía en una de sus rutinarias rondas por la puerta de Casa
Pez para ver si nos decían algo, si había alguna reacción o tan solo para regalarles
una anécdota y algo distinto para contarles a sus familias de vuelta en su
casa. Tanto lo deseé, que pasó. Y no pasó nada. Pasaron, no frenaron y creo que
casi ni siquiera miraron. Apenas sentimos ese resplandor azul Nico me dijo ‘no
los mires, sigamos charlando como si nada, porque posta que no estamos haciendo
nada’. Y como nada estábamos haciendo, nada sucedió. Pero pasar, pasaron y nos
vieron.
Además de la policía, pasó el camión de la basura y
entregamos la bolsa en mano a uno de los muchachos que iba en el estribo. Como
si tanta interacción social no hubiera sido suficiente, una vecina a dos casas
de acá salió a buscar algo al auto, y un tanto sorprendida de vernos ahí, nos
preguntó si ya estábamos cansados de estar adentro y nos deseó buen provecho.
Para cerrar esta noche inusual, todavía en la vereda, nos dimos cariño con
queso y dulce de postre y una partida de Reversi (un juego de mesa que solía se
parte, en su versión digital, de los juegos de Windows allá por los noventa
junto al Solitario y el Buscaminas).
Hasta
acá había llegado y hasta acá llegué. Por algo debe ser que arranqué el día
anterior, porque ayer, día 6, no escribí ni un renglón.
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