Sábado 21 de Marzo, día 2 de Cuarentena
Hice el intento de volver a despertarme a las 6.53 pero algo
falló, me olvidé de poner la alarma. Miré el celular cuando eran ya las 7.48 y
se me volvió a apagar el cerebro. Habiendo sentido que había dormido mucho y
sin registro alguno de haber mirado el teléfono, me desperté a las 7.53 un
tanto sorprendido porque haya pasado tan poco tiempo desde aquel momento, que
recién pude recrear cuando algunas de mis neuronas estaban más despiertas que
yo. No sé si se entendió, pero no importa. Me terminé levantando casi 8.30 y nos sentamos a meditar.
Tomamos el juguito nuestro de cada mañana, me preparé
también el religioso mate y me senté a escribir mi primer entrada de este
diario. Ya conté un poco cómo fue, mensaje de Fede, cuaderno, mates y compu.
Salió bastante fluido, sentía el poder, el querer, las ganas de empezar con
esto. Y me gustó, lo disfruté. El desafío comienza hoy, seguirlo, sostener la
rutina cuando el entusiasmo mengua. No es que ya no tengo ganas, pero me es una
experiencia nueva seguir una rutina diaria de escritura y me siento raro
escribiéndole y contándole a una hoja lo que me pasó el día anterior. En fin,
escribí me gustó y ahora lo estoy haciendo de vuelta, no a la mañana como me lo
había propuesto, sino pasadas las cinco de la tarde. Qué hice hoy, lo sabrás
mañana querido diario (qué cursi y adolescente me puse).
Entre mates y meadas, escribí durante una hora por lo menos.
Mientras tanto, Nico salió a hacer unas compras y cocinó unos filetes de
brótola, milanesas de berenjenas y arroz con brócoli. Acompañamos tremendo
almuerzo con una lata de cerveza compartida, como para sacarnos el gusto nomás.
Aproveché el rato entre el fin de la escritura y que la mesa estuviera lista
para empezar a limpiar y ordenar el jardín. El orden visual y cierta prolijidad
me hacen muy bien, me gusta cuando las cosas se disponen de forma armónica pero
no exageradamente estricta. Me gusta lo salvaje de este jardín, porque respeta
sus espacios sin perder su toque selvático. Hay un espacio para compost y tres
paltos estratégicamente distribuidos, además de otras plantas de mediana
altura, un pequeño estanque en una maceta, dos plantes de aloe vera y
enredaderas que suben por las paredes, pero sin cubrirlas del todo. De hecho,
se ve más pared que enredadera.
Saqué basura, barrí hojas, ordené un poco el sector de
compost y la cosa cambió bastante. Hay más por hacer, pero vamos paso a paso,
tenemos tiempo y actividades que administrar para no quedarnos sin tan pronto.
Sacamos la basura que claramente debía ser sacada y dejamos algo de lo que
todavía le genera dudas Nico, si declarar ciertos objetos obsoletos y tirarlos
o intentar darles una segunda, tercera o cuarta oportunidad en su camino de
resistencia al tacho verde de la esquina.
Comimos, charlamos y nos chupamos los dedos de lo rico que
estaba. Nico se fue a tirar un rato y yo corregí y edité mi primera crónica
para luego mandársela a Fede y manijearlo para que dibuje. Me senté a meditar
mi segunda hora diaria y disfruté de unos mates en la vereda mientras respondía
mensajes desde el celular. Leí, me duché y lo convoqué a Nico para la tercer y
última sentada del día. Antes de que cerraran los negocios salí comprar salsa
de tomate y galletitas, para que Nico nos deleitara con sus famosas y sabrosas
Chauchas con tuco, a las cuales les sumamos el arroz blanco con brócoli que
había sobrado del mediodía. Otro lujo, otra vez la panza satisfecha de sabor y
cantidad. Compartimos la idea que la comida tiene que ser rica, hecha con amor
y con ganas, tiene alimentar y gustar, cumplir la función de nutrir tanto al
cuerpo como al espíritu. Porque comer es mucho más que ingerir alimentos.
Por tercera noche consecutiva
viajé a mi infancia y leí una historieta de Asterix, de las que Nico tiene una
colección considerable. Por primera vez en estas noches de aislamiento y
cuarentena, me costó dormir. Me quedé pensando, se me fue la cabeza en ideas y
pensamientos. Es algo que me suele pasar, el hecho de no poder dormir, de que
me cueste conciliar al sueño. Pero una vez que me duermo le pego derecho hasta
la siguiente mañana. Todo lo contrario a Nico, que se duerme fácil pero se
despierta temprano, mucho antes de lo que a él le gustaría. Así que me quedé
dando vueltas una hora por lo menos. Se me ocurrieron temas para escribir que
ya olvidé y preguntas o temas para sacarle a Nico que ya no puedo recordar. Tal
vez vuelvan esta noche y me encuentren más atento y con mi cuaderno a
disposición. Parte de lo que quiero hacer con este experimento del diario de
cuarentena es dejar salir lo que tenga que salir cuando me siente a escribir,
no condicionarme con ideas o preconceptos demasiado masticados. En general
cuando me surgen algunas de esas propuestas de escritura en la mente, llego al
papel con menos de lo que me imaginaba, con el asunto un tanto resuelto y poca
soltura para desglosarlo. Me siento más cómodo con este método, la escritura
instantánea.
Dato astrológico del día: la combinaciones de signo (sol),
ascendente y luna da 1.728 (12x12x12), lo que me enseña después de chárlalo con
Nico, que el signo no dice demasiado de uno, sino que recién a partir de la
combinación de estos tres podemos empezar a decir algo con sentido. (Es mucho
más probable encontrar a alguien que haya nacido el mismo día que vos, que
alguien que comparta esta combinación de posición de los astros al momento de
nacer). Me dice, como primera conclusión que me gusta y siento adoptar en pos
de acercarme a la astrología, que más allá de la individualidad de cada uno,
con su historia y sus cosas, es posible pensar en la astrología como una
herramienta que ofrece miles de posibilidades para analizar ciertos aspectos de
la personalidad de una persona. No es que sos de Leo, Aries o Sagitario y
punto. Eso es solo el comienzo y conlleva la posibilidad de profundizar el
análisis cuanto uno quiera, sin buscar encasillar o determinar la vida de
nadie, sino como una herramienta de auto observación y análisis. Así que Gachi,
Pachi y los tres boludos del fondo pueden andar tranquilos, Sagitario solo no
les dice nada.
Dato de Nico del día: descubrí cuánto Nico se parece a su
hijo León, que vive en Córdoba, y que tuve la suerte de conocer en Febrero.
Desde que lo conocí, no lograba pescarles el parecido y estos días pensé en
cómo se vería la madre de León ya que no lo podía relacionar con las facciones
o expresiones de padre e hijo. Lo ví, encontré una expresión en sus ojos
mientras charlábamos, cada uno desde la puerta de su cuarto. Interrumpí el tema
de conversación para transmitirle mi descubrimiento a mi amigo y le gustó.
Siento que se va consolidando una amistad más allá de lo que originalmente nos
juntó y eso me hace bien.
ademas me gusta que le metan un dibujo!!!
ResponderBorraraltos artistas hay en el barrio
ResponderBorrarque ganas de compartir con ustds este "mini retiro"
ResponderBorrarLa próxima lo hacemos de 10 días y en serio!
Borrar